viernes, 23 de abril de 2021

23 de Abril. Día del libro con Gianni Rodari y "Cuentos por Teléfono".


Gianni Rodari  "Cuentos por Teléfono".









































William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra marcan este hito en el calendario por coincidir su muerte un 23 de abril de 1616. Dos "dinosaurios" de la literatura internacional dignos de nuestra admiración.


Para celebrar el día del libro este año 2021, hemos elegido "Cuentos por Teléfono" de Gianni Rodari.



Se trata de un libro que recoge los cuentos que un padre contaba por telėfono cada noche a su hija. Tenía el oficio de comercial viajante de medicamentos y visitaba a sus clientes por toda Italia  durante toda la semana. Ante la imposibilidad de contarle a su hija un cuento a los pies de la cama, lo hacía por teléfono, y así la niña dormía plácidamente. Hemos seleccionado algunos cuentos de este libro para abordar esta conmemoración. A continuación  podremos ver los trabajos que resultan en esta actividad.

Hemos elegido dos cuentos y los hemos leído  en clase. Uno de ellos es "Juan el Distraído" y el otro "La Anciana tía Ada". Son atractivos para los niños por su sencillez y su punto de fantasía.



CENTRALITA TELEFÓNICA.

 Ring, ring, ring.
OPERADORA: Centralita telefónica,  dígame... 
PADRE: Buenas tardes, soy el señor Bianchi de Varese, quisiera poner una conferencia telefónica con Varese al número 332.
OPERADORA: Vale, le pongo en contacto con Varese.
PADRE: Mil gracias, adiós. 
Ring, ring, ring.
HIJA: Dígame...
PADRE: Hola hija mía.
HIJA: Cuéntame un cuento por favor,  padre.
PADRE: Érase una vez...




Giovani (Gianni) Rodari es un escritor italiano, uno de los máximos exponentes de la literatura infantil mundial del siglo XX. Hoy todavía podemos leer sus libros por su calidad literaria y adecuación  a la mentalidad de los niños y niñas.
En octubre de 2020 se cumplieron cien años de su nacimiento. 

VIDEO DE FOTOS  EN EL PANEL.













JUAN EL DISTRAÍDO.

Juan el distraído

 

-  Mamá, voy a dar un paseo.

-  Bueno, Juan, pero ve con cuidado cuando cruces la calle.

-  Está bien, mamá. Adiós mamá.

-  Eres tan distraído...

-  Sí, mamá. Adiós, mamá.

Juanito se marcha muy contento y durante el primer tramo de calle pone mucha atención. De vez en cuando se para y se toca.

-  ¿Estoy entero? Sí - y se ríe solo.

Está tan contento de su propia atención, que se pone a brincar como un pajarito, pero luego se queda mirando encantado los escaparates, los coches y las nubes, y , lógicamente, comienzan los infortunios.

Un señor le regaña amablemente :

-  ¡Pero qué despistado eres! ¿Lo ves? Ya has perdido una mano.

-  ¡ Anda, es cierto! ¡Pero que distraído soy!

Se pone a buscarse la mano, pero en cambio se encuentra un bote vacío y piensa : "¿Estará vacío de verdad? Veamos. ¿Y que había dentro antes de que estuviese vacío? No habrá estado vacío siempre, desde el primer día..."

Juan se olvida de buscar su mano y luego se olvida también del bote, porque ha visto un perro cojo, y he aquí al intentar alcanzar al perro cojo antes de que doble la esquina, va y pierde un brazo entero. Pero ni siquiera se da cuenta de ello y sigue corriendo.

Una buena mujer lo llama:  ¡Juan, Juan!, ¡tu brazo! Pero ¡quiá!, ni la oye. ¡Qué le vamos a hacer! - suspira la buena mujer -. Se lo llevaré a su mamá. Y se dirige hacia la casa de la mamá de Juan.

-  Señora, aquí le traigo el brazo de su hijito.

-  ¡Oh, que distraído es! Ya no qué hacer ni qué decirle. Ya se sabe, todos los niños son iguales. Al cabo de un rato llega otra buena mujer.

-  Señora, me he encontrado un pie. ¿No será acaso de su hijo Juan?

-  Sí, es el suyo, lo reconozco por el agujero del zapato. ¡Oh que hijo tan distraído tengo! Ya no sé qué hacer ni qué decirle.

-  Ya se sabe, todos los niños son iguales.

Al cabo de otro rato llega una viejecita, luego el mozo del panadero, luego un tranviario, e incluso una maestra retirada, y todos traen algún pedacito de Juan: una pierna, una oreja, la nariz.

-  ¿Es posible que haya un muchacho más distraído que el mío?

-  Ah, señora, todos los niños son iguales.

Finalmente llega Juan, brincando sobre una pierna, ya sin orejas ni brazos, pero alegre como siempre, alegre como un pajarito, y su mamá menea la cabeza, se lo coloca todo en su sitio y le da un beso.

-  ¿Me falta algo, mamá? ¿He estado atento, mamá?

-  Sí, Juan, has estado muy atento.





LA ANCIANA TÍA ADA.

La anciana tía Ada

Cuando fue muy viejecita, tía Ada se fue   a   vivir   al   asilo   de   ancianos. Compartía una pequeña habitación de tres camas con otras dos viejecitas tan ancianas como ella.Tía Ada escogió inmediatamente una butaquita que estaba cerca de la ventana y desmenuzó una galleta seca sobre el alféizar.

-¡Bravo, así vendrán las hormigas! dijeron irónicamente   las   otras   dos   vejecitas. Pero en cambio llegó un pajarillo del jardín del asilo, picoteó muy contento la galleta y se marchó.

-Ya ves lo que has conseguido- murmuraron las viejecitas-. Se lo ha comido y se ha ido.

Igual que nuestros hijos, que se fueron por el mundo, vete a saber dónde, y ni se acuerdan       
ya de nosotras que los criamos.

Tía Ada no dijo nada, pero todas las mañanas desmenuzaba una galleta seca sobre el alféizar de la ventana y el pajarito venía a picotearla, siempre a la misma hora, puntual como un jubilado, y había que ver lo nervioso que se ponía cuando no la encontraba preparada.

Después de algún tiempo, el pajarillo trajo a sus pequeños, porque había hecho un nido y habían nacido cuatro, y éstos también venían todas las mañanas a picotear golosamente la galleta de tía Ada y hacían mucho ruido si no la encontraban.

-    Ahí están sus pajaritos - decían entonces las viejecitas a tía Ada con un poquito de envidia.

Y ella corría, por así decirlo, con breves pasitos hasta su cómoda y sacaba una galleta seca de entre el paquete de café y de caramelos de anís, mientras decía:

-  Calma, calma, ya voy.

-   ¡Ah- murmuraban las otras viejecitas-, si basta con poner una galleta seca en la ventana para que regresaran nuestros hijos ! ¿Y los suyos, tía Ada, dónde están los suyos?

La anciana tía Ada ni siquiera lo sabía : Quizás en Austria, quizás en Australia; pero ella parecía imperturbable, desmenuzaba la galleta para los pajaritos y les decía: Comed, vamos comed, de lo contrario no tendréis fuerza para volar.     Y cuando habían terminado de picotear la galleta:

-  ¡Vamos, marchaos! ¿A qué esperáis? Las alas están hechas para volar.

Las viejecitas meneaban la cabeza y pensaban que tía Ada estaba quizá un poco chiflada, porque además de ser vieja y pobre, encima hacía regalos y no pretendía siquiera que le diesen las gracias.

Luego la anciana tía Ada murió, y sus hijos no se enteraron hasta cierto tiempo después, cuando ya no valía la pena hacer un viaje para asistir a los funerales . Pero los pajaritos volvieron a la ventana durante todo el invierno, y protestaban porque la anciana tía Ada no les había preparado la galleta.

EN EL SIGUIENTE ENLACE PODÉIS VER LOS TRABAJOS DE LOS  DEMÁS CURSOS DE NUESTRO COLEGIO.












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